martes, 10 de septiembre de 2013

La regadera

        Despierto de nuevo, como cada mañana. Pero es distinta… Desperté junto a ella. No cualquier ella sino, la indicada. ¿Será acaso que ella será capaz de retener mi atención. No puedo negarlo, son las seis de la mañana de un domingo y estoy fuertemente abrazado a ella, a Gilda y es la sensación más grande del mundo.

       Ella se levanta y yo pretendo estar dormido. Y realmente quiero estarlo, quedarme en un sueño profundo donde solo entrevea sus pestañas rubias moviéndose con el sueño que la posee.
Pero se levanta por desgracia y desde que la veo enfilarse al baño sé que anoche terminó. Ahora ella juega su papel, el que yo siempre jugué, el del lobo solitario que pasa la noche en una cueva y en la mañana se marcha sin despedirse.

      Se baña, escucho el agua… Es música, nostalgia, algunos beats… Es Gilda en la regadera. Al salir comienza un ritual que había yo tachado de banal. Sale con la toalla apenas agarrada de su pecho. La toalla cae. Ella es así, dispuesta a mostrar su desnudez sin llegar a despertar morbo. Es como una pintura. Verla es increíble. Cada pasada del cepillo en su cabello, ver cada respiración de su espalda desnuda. Ya no finjo sueño y levanto levemente la cabeza con los ojos bien abiertos. Sospecho que me sabe despierto, pero no hace nada. Hasta me actúa un poco.


      Verla ponerse el maquillaje. Todo un ritual. Ella no lo usa. Alguna de mis amistades nocturnas habrá dejado ahí los implementos de mentira.

    Continuará???

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