Despierto de nuevo,
como cada mañana. Pero es distinta… Desperté junto a ella. No cualquier ella
sino, la indicada. ¿Será acaso que ella será capaz de retener mi atención. No
puedo negarlo, son las seis de la mañana de un domingo y estoy fuertemente abrazado
a ella, a Gilda y es la sensación más grande del mundo.
Ella se levanta y yo
pretendo estar dormido. Y realmente quiero estarlo, quedarme en un sueño
profundo donde solo entrevea sus pestañas rubias moviéndose con el sueño que la
posee.
Pero se levanta por
desgracia y desde que la veo enfilarse al baño sé que anoche terminó. Ahora
ella juega su papel, el que yo siempre jugué, el del lobo solitario que pasa la
noche en una cueva y en la mañana se marcha sin despedirse.
Se baña, escucho el
agua… Es música, nostalgia, algunos beats… Es Gilda en la regadera. Al salir
comienza un ritual que había yo tachado de banal. Sale con la toalla apenas
agarrada de su pecho. La toalla cae. Ella es así, dispuesta a mostrar su
desnudez sin llegar a despertar morbo. Es como una pintura. Verla es increíble.
Cada pasada del cepillo en su cabello, ver cada respiración de su espalda
desnuda. Ya no finjo sueño y levanto levemente la cabeza con los ojos bien
abiertos. Sospecho que me sabe despierto, pero no hace nada. Hasta me actúa un
poco.
Verla ponerse el
maquillaje. Todo un ritual. Ella no lo usa. Alguna de mis amistades nocturnas habrá
dejado ahí los implementos de mentira.
Continuará???
No hay comentarios:
Publicar un comentario