lunes, 9 de junio de 2014

Gotcha (love)

It is what it is...

NO soy particularmente aficionado a los deportes. Ni a las amenazas. El primero por que implica un esfuerzo físico y ya es suficiente el lograr levantarme de mi cama, la cual estoy seguro que tiene algún tipo de vórtice gravitacional aumentado que es como si mi masa fuera tres veces mayor de lo que realmente es, aunque a veces después de comer pozole los domingo de hecho lo es. La segunda es por que fui educado a que al hacer una amenaza debes cargar con el peso de la misma y eso de cargar a mi tampoco se me da, a veces ni siquiera me gusta ver gente cargar cosas por que siento que irremediablemente me van a pedir ayuda.

Por lo tanto mi esbelta figura es explicada por estos dos hechos. Sin embargo, recientemente entró a mi vida un pequeño animalillo que, según algunas pruebas de ADN resulta ser mi sobrino. Y al tipo le gusta hacer estas cosas como una manera de recreación (malditas nuevas generaciones). Y desde hace un par de años tenemos la tradición con él, quien para fines literarios llamaré "Patito Café", de ir a jugar gotcha.

Para los ignorantes del tema (incluyome en la lista) El Gotcha es un pseudo deporte donde el propósito es disparar bolas de pintura a velocidades francamente obscenas a otro jugador para incapacitarlo estilo "Juegos de guerra". Ademas de que se hacen toda clase de amenazas pre partido. Esta noción me pareció atractiva puesto que crecí jugando Goldeneye 64 cuyo fundamento era este mismo. Sin embargo, mi actividad mas acelerada mientras jugaba esto era aguantarme la pipí mientras terminaba un nivel controlando al famoso agente secreto James Bond con mi mando del Nintendo 64. Así que el primer año fui al gotcha con la plena confianza en mi maestría estratégica y mi puntería fulminante.

Me sentí ampliamente manipulado y sentido con la vida al ver que, para empezar, uno de los parámetros de este juego es que debes moverte rápidamente para evitar que te hagan una vasectomía sin bisturí muy dolorosa. Después me di cuenta que uno no puede tener una puntería decente cuando tu arma pesa casi dos kilos y debes tenerla estable para poder realizar un headshot. Por último, logré conocer un poco mas de mi mismo viendo cuanto puedo realmente sudar haciendo alguna actividad diferente a cambiarle el canal a la tele y que es bastante sencillo empañar unos goggles con tu sudor. La gota que derramo el vaso fue que el uniforme aumenta la temperatura corporal en 45 millones de grados celsius.

Por lo que este año no fui con el mayor entusiasmo del mundo.

Aún así, mi directriz de complacer a los demás ganó y patito café debía ser bien celebrado. Esta vez escogimos uno diferente, uno mas lejos, casi para salir para merida y el fin del mundo. Esta vez la armadura fue mas pequeña, el grupo también, pero afortunadamente aseguré que si no tengo descendencia, esto sea por mi propio deseo y no por un horrendo accidente de gotcha. Estuvo increíble! Me divertí como enano empapado en sudor de alguien mucho mas grande y todos tuvimos un sano rato de risas y alegría. Pero me paso una reflexión mientras estaba en la línea de fuego.

Justo cuando llegamos, mis dos grandes e impuntuales amigos, estaban apenas en camino, por lo que había unos niños jugando en el escenario. Claramente estaban mucho mas entrenados que nosotros. Yo, a seguramente unos 5 metros de la barda de seguridad me encontraba parado observando el juego y de pronto pum. Una bolita de color naranja se estrelló justo debajo de mi pezón izquierdo a velocidad luz... asumo. Por supuesto que me sorprendió y dolió como patada de mula. Pero al terminar el día me hizo pensar en algo.

Estamos de pronto listos para la batalla, con chaleco antibalas y las 200 bolitas de pintura listas para acribillar a diestra y siniestra. Como en el amor. A veces andamos buscando a quien atinarle con nuestro disparo completamente consciente que alguien mas puede darnos y dejarnos muy dolidos. Pero vamos en pos de la batalla. Pero un sábado en la tarde, mientras se disfruta de unos amigos y unas risas, de pronto pum, sin aviso, sin armadura, sin intención y sin esperarlo, una pequeña bolita te pega justo en el corazón. Y te alegras tanto de haber sentido cada segundo del dolor, por que sobreviviste a ese dolor sin armadura... y sigues vivo.

Aunque te descalifiquen del juego del Gotcha.

A veces es mejor pararse y no jugar, quien sabe cuando llegue una bolita perdida...




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