jueves, 23 de mayo de 2013

Favor de no Stalkear


“Tuve la brillante idea hoy de meterme al Facebook de mi ex”. Esta debería ser la frase por excelencia de la generación corriente y la pasada, incluso quizás la anterior a esa que, según estudios de mercado, es la que más está aumentando en números entre los usuarios de redes sociales. Pero esta no es una frase, es una anécdota personal. Y para qué? Pues al hacerse uno de amigos nuevos (cosa que ya es prácticamente una osadía para mi), uno va poco a poco des encubriendo partes de su ser. Irremediablemente en ese descubrimiento de partes empolvadas y olvidadas salen a relucir oscuras esquinas del garaje de la memoria que, si bien en su momento fueron increíbles y maravillosas, han tenido que ser empujadas a donde la luz no abastece y el polvo se acumula.

Una de esas partes es la de las exes. Y al descubrirse uno mismo ante un amigo, uno debe tocar estos temas y viene la pregunta, “como era ella?”. Y más allá de la descripción del carácter que es infinitamente subjetivo, de ser el caso, hasta da un cierto orgullo levantar una foto de la susodicha y darse uno ínfulas de logros pasados. Para lograr una correcta visualización de la imagen de una persona hoy día se recurre a Facebook. Allí están los momentos más espontáneos arruinados por la pose que nos favorece más, volviendo la espontaneidad un momento por demás plástico. No soy desconocido de la tecnología, ni de las redes sociales, pero tampoco soy un experto en el tema, pero tengo una peculiaridad que no deja de acosarme. Odio meterme a los perfiles de la gente.

Tampoco tiendo a la alabanza de los tiempos más simples, o los tiempos con genuinas conversaciones en vez de chatear o los tiempos de vamos a tomarnos un café en vez de skypear. Soy más bien inadaptado en una época de sobre-adaptación. Simplemente la cuestión es que respeto la privacidad. No es que NO use Facebook, claro que lo hago. Es una herramienta de comunicación de infinitas aplicaciones. Solo que me limito a ver las supuestas noticias importantes y las cosas en las que me “taguean” o “comentan”. Hoy tuve la brillante idea de meterme al Face de mi ex para buscar una fotografía que la pintara bien ante mi reciente amiga quien deseaba conocer a la alabada criatura que aún permanece en mi discurso de mi “carta de verdad”

Mientras escaneaba las miles de fotos en este “record” de vida digital que es un perfil me encontré con que la susodicha no tenía ni una sola foto de su servidor. Había una larga fila de augustos caballeros haciendo el reconocidísimo beso doble, donde los susodichos le pegan tremendo beso tronado en cada mejilla de la susodicha ex mujer, también una casi ilimitada serie de fotografía grupales de jóvenes y no tan jóvenes posando para verificar la tremenda diversión que tenían en cada una de las borracheras antreras, caseras y callejeras. También encontré varias fotografías de posibles candidatos a haber sido mis sucesores en el corazón de esta mujercita. Finalmente encontré unas fotos donde la ya mencionada estruja entre sus brazos con pasión y locura a un perro french quien recuerdo que observaba con peculiar atención a las sesiones de amor que teníamos entrada ya la noche.

Todo este desfile de experiencias perfectamente documentadas de manera gráfica y ni una trinche fotografía de quien, entre enardecido y triste, escribe la presente. Bueno, excepto claro está la fotografía donde aparecemos junto a un cantautor chilango del gusto de los dos. Pero ni una sombra de quien alguna vez fue, su demonio favorito. Los motivos para semejante crimen están de más, puesto que puede ser simplemente el reflejo de una rabieta combustionada con Bacardi blanco con coca de dieta o la simple declaración que uno pertenece a un pasado que no quiere ser documentado para los demás.

Cualesquiera que sean los motivos para mi ausencia en el time-line de la repetidamente mencionada ex, me quedan claras tres cosas. La primera y la más obvia es que es terriblemente fácil desaparecer la historia de uno de los ojos de los demás, por más que tomemos miles de fotos para demostrar lo mucho que uno tiene, hace, cree, vive, coje, ama o  lo extremadamente feliz que uno es, siempre tiene el mundo digital la bendita cualidad de eliminar sin ver hacia atrás.

Por otro lado me doy cuenta que el tiempo es relativo cuando las redes sociales están involucradas. Un “para siempre” está a un “cambiar status de relación” de ser olvidado, amado, presumido y menospreciado. Esta bendita red de conexiones sociales son tan superfluas, tan extremadamente ligeras, que eres capaz de saber todo de una persona… sin realmente saber absolutamente nada de ellas.

Y por último, me doy cuenta que estoy volviendo a hacer lo que hago siempre como buena balanza desbalanceada. En mis intentos de cambiar lo que era estoy cometiendo el error más fatal… Estoy haciendo todo lo contrario. Mi buen juicio siempre me dejo saber que la privacidad es una de las mejores cosas por las cuales uno puede luchar, quizás tan importante como la libertad. Y Facebook provee exactamente ninguna de las dos. Mi instinto primario de alejarme de las cosas privadas de otros (entre más significativos mejor), dar una sana distancia a los momentos que queremos guardar en ese perfil bendito que diseñamos como diseñamos nuestra misma vida. Es terriblemente incomodo saberte por demás “Cropeado” de la vida de otro y aún más terrible es hacer tal declaración de forma tan fatalmente publica y superflua.

Quizás esto suene a anti tecnocracia aunada a una herida bastante ardillesca, pero en realidad es un análisis de lo que estamos dejando que sea nuestro “second life” nuestro “Avatar” de quien verdaderamente somos, no es asi? Por eso es mejor Twitter. He dicho.




It is what it is...

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