viernes, 23 de agosto de 2013

Lie to me

Buenos días,

Mi nombre es Cole y soy un mentiroso.
Así probablemente podría comenzar este texto. Para empezar por que lleva precisamente el punto que quiero comentar. La mentira. Lleva una verdad y una mentira este solo enunciado. Porque en efecto, soy Cole, pero no lo soy. Siempre he dicho que toda mentira debe llevar un 90% de realidad. Todo mundo dice “Quien dice la verdad no tiene que recordar nada”. Yo creo que el ser humano puede enseñarse a hacer cualquier cosa. Mentir es una de las más fáciles. Mentir sin ser descubierto es un arte.
Aun llevo conmigo mentiras que están por revelarse. Algunas son sencillas y solo mantenidas por diversión y para no contradecirme. Otras son cosas terribles que es mejor no explorar. Pero tengo mentiras que hasta hoy no se han podido descubrir. Esto para nada me hace un artista, solo me hace terriblemente humano.
Creo que la diferencia es que estoy plenamente consciente y no me justifico sobre las mentiras que he dicho, mientras muchos de mis compañeros homo sapiens mienten compulsivamente y sin darse cuenta del propósito. A veces se comienza mintiendo en un marco de lo que llamamos “mentiras blancas” y estas terminan siendo terribles mentiras. La mentiras blancas son aquellas que nos permiten vivir en sociedad, conservar un trabajo, educar a un hijo, conseguir una pareja y fingir demencia cuando es nuestro turno d pagar impuestos o una deuda.
Sin embargo, esas mentiras blancas son precisamente el remedio contra la honestidad pura, es la manera como los gobiernos, las iglesias, los partidos políticos, la televisión y hasta el concepto de familia han logrado mantener un control sobre el alma del pueblo en general. Espero no ser malentendido con algún hipiee que sueña con la sociedad perfecta, no. Simplemente a través de los años, siendo un mentiroso y manipulador, me doy cuenta que nos gusta que nos mientan, pero no nos gusta descubrir que se nos ha mentido. La mentira viene acompañado de algo que todos hemos sido y de manera voluntaria. Un crédulo. Este personaje, que somos tu y yo, ha decidido que l verdad es mucho más difícil de manejar de lo que creyó, por lo tanto, asume el rol de darle la verdad a otro para que la maneje. No tiene nada de malo. El problema es la ira, la decepción, el sufrimiento que este personaje siente (o quiere sentir) al descubrir que su papel de crédulo fue ultrajado y manipulado.
Creo que la parte de nos agobia de la mentira es que para lograr ser víctima de ella, uno debe tener confianza y esta reside en la gente, no en las historias que cuenta. Y la gente es tan voluble.

Por eso vengo aquí, a este foro, a declararme mentiroso y crédulo, sabiendo las consecuencias de estar en ambos lados del paisaje. Por un lado decepcionas y traicionas con alevosía y ventaja, llegando a un punto de no regreso cuando se trata de mentir y por otro lado sentir ira y decepción por saber que yo he sido el culpable de creer una historia y querer responsabilizar al otro por ello. Creo que en ambos roles, uno es cruel, no lo creen?

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